Hacía mucho rato que no visitabamos Valparaíso. Con la muy buena excusa de algunos eventos de vinos que se realizaron allí el sábado, partimos a disfrutar de un día en la ciudad puerto.
Luego de conocer el nuevo ascensor y el museo Baburizza del paseo Yugoslavo, partimos a caminar por los cerros. Una de esas típicas caminatas en Valpariso en las que uno parte en una calle y termina perdido en cualquier otra.
Así, nos encontramos con Casa Luisa. Una casa con fachada de color rojo colonial, primorosamente decorada, las mesas puestas, con mantel, camino y flores. Todo lleno de detalles y buen gusto.
Nos traen la carta. Breve, fresca y con todo lo necesario para que al leerla se haga agua la boca. En las entradas, tartaro de Guanaco, Carpaciccio, Gazpacho. En los fondos, un par de platos de pescados, ravioles y magret de pato.
Pedimos la carta de vinos y... Oh sorpresa! Varios de mis vinos favoritos! Entonces.... Francisca, la dulce Francisca con todo su encanto, se ofrece a contarnos de los vinos y recomendarnos alguno. Platicamos, nos contamos y nos decidimos por Chardonnay Malvilla de Chocalan para maridar los platos elegidos: Cojinova con arroz apaellado y salsa de maracuyá y ravioles del mar a la crema.
Llega entonces el plato cortesía de la casa. Una paleta de artista. Verde melón, dorado zapallo, duraznos como el sol acompando un untuoso queso azul y rojos tomates cherry.
Luego, los platos de fondo. Ricos, frescos, prolijos y llenos de detalles que te hablaban de todo el cariño que habían sido hechos. Pescado y arroz en justa cocción, camarones de buen tamaño y salsa de maracuyá cuya natural acidez no había sido enmascarada por excesivos dulzores.
Como aún nos quedaba vino, pedimos un postre. Dulce Francisca nos cuenta lo que tienen preparado para ese día. Nos decidimos por una Pavlova con crema de queso y papayas. Exquisito.
Satisfechos con la experiencia pedimos la cuenta y les felicitamos por el servicio, la comida y los detalles. Francisca emocionada nos agradece y nos cuenta que es un restaurante familiar. Que casi todo lo de la decoración es de casa de su abuela, que su mamá, Luisa, había cocinado ese día, pero otros días lo hace alguno de sus hermanos (Felipe y María Luisa) o ella misma. Que había aprendido de vinos gracias a los dueños de las viñas como Javiera y Roberto Carranca de Tinta Tinto y gracias a Loreto Garaud de Petit Plaisir.
Nos vamos felices, con la promesa de volver pronto. Francisca nos despide, mientras elige unos pequeños maceteros de tomillo, cerrando sus ojos al olerlos.
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